“En cada estación le avisaba por radio al controlador de tráfico que tenía problemas en los frenos.
Del otro lado me respondían: seguí, seguí, seguí”
(Declaración del conductor del tren ante el Juez)
Se ha dicho en estas últimas horas que la desinversión en el ferrocarril y el saqueo, vía los subsidios, fueron largamente denunciados. Algunos se remontan a una década atrás, mientras la Procuraduría General de la Nación señala que desde 2008 ese organismo emitió un documento donde aconsejaba la rescisión del contrato con TBA; todo esto y muchas otras denuncias son ciertas pero el único movimiento popular profundo que sacó a la luz la porquería que se cocinaba en los ferrocarriles fue la lucha sostenida por los tercerizados y más precisamente la marcha que llevaron a cabo en Barracas un puñado de ferroviarios precarizados, cuando la mayoría del movimiento ya había entrado en reflujo dando por concluida la lucha.
La emboscada y el asesinato de Mariano Ferreyra demostraron la profunda alianza de intereses espurios entre el gobierno, la patria contratista (Roggio, Romero y Cirigliano) y la putrefacta dirigencia sindical.
Los que pusieron la carne al asador fueron los obreros tercerizados que reclamaban lo que les correspondía por ley, mientras Cristina lo negaba, reforzaba su alianza con UGOFE y la burocracia sindical, planificadores y autores de la emboscada.
Con la masacre de Once en el Gobierno Nacional se está produciendo una crisis sin precedentes, cuya base material es el derrumbe del capital internacional, los planes de ajustes contra las masas que el imperialismo le impuso al gobierno “nacional y popular” y la falta de fondos para seguir comprando voluntades.
El crimen por desidia de 51 pasajeros y las heridas infligidas a más de 700 victimas por la corrupción generalizada a través del reparto de retornos para los concesionarios, los funcionarios del PE y la burocracia, han colmado la paciencia a una fracción importante del pueblo, en las redes sociales estallaron los mensajes indignados pidiendo la renuncia de Schiavi y la quita de la concesión a los Ciriglianos.
En la Estación Once al conocerse que un pibe desaparecido durante 58 horas estaba muerto y su cadáver pudriéndose dentro del tren chocado, centenares de pasajeros comenzaron a corear el consabido “Que se vayan todos” y “Cristina ¿Dónde está?”
Cruje el armado artificial del FpV y se empiezan a despegar “los aliados” más firmes. Así el Presidente de "La Fraternidad", Omar Maturano, reveló que el tren eléctrico accidentado este miércoles era "de origen japonés marca Toshiba, remodelado en 1962 ó 1963". Lo que no dijo Maturano es que él, Schiavi, el Gallego Fernández, Antonio Luna, De Vido y Cristina Fernández de Kirchner, fueron a China a comprar material de rezago sin convocar a licitación alguna y bendijeron en julio de 2010 el curro del que se beneficiaban todos ellos, montado a expensa de los tercerizados que para Maturano no eran ferroviarios.
Hebe de Bonafini declaró que “Schiavi es un pelotudo que me da vergüenza” y que los poderosos nunca pagan por lo que hacen. Y siempre las muertes son de pobres y trabajadores. Otra vez le quieren echar la culpa al trabajador".
Luis D’Elia, en Siete Punto Cero, de radio Cooperativa, pidió “que vaya en cana Jaime” (ex Secretario de Transporte) y repudió a la “puta corrupción”. “Milité este modelo pero no tengo por qué ser tildado de corrupto por un tipo” y propuso “pegarle un voleo en el culo a Cirigliano”, “Me gustaría ver a la presidenta yendo a fondo con esto”, advirtió D’Elia.
El diputado provincial Fernando “Chino” Navarro, número dos del Movimiento Evita, dijo que “TBA es un cáncer que no supimos extirpar” y que “ahora hay que hacerlo y llegar al fondo”. El diputado Martín Sabbatella por Twitter dijo “hay que investigar seriamente qué sucedió en Once, pero es probable que la conclusión sea la misma de siempre: hay que sacarle la concesión a TBA”.
La situación es de extrema fragilidad y las lenguas se han soltado por la posibilidad de que se pudra todo y no le dé a esta “mierda oficialista” la oportunidad de reacomodarse, en otras tiendas políticas.
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